Si alguien nos preguntase cuál ha sido la experiencia que más ha marcado nuestras vidas, responderíamos sin dudarlo: el accidente de cenicero.
No sabemos si fueron los chillidos de miedo y dolor de los cerditos, o las carreras de los lugareños tras “el jamón” lo que nos marcó, pero sí sabemos que lo que vivimos fue, precisamente, lo que decidimos eliminar el día que creímos necesario hacernos veganas: el especismo.

Con el objetivo de que sintáis lo que sentimos ese día y posteriores, aquí os dejamos la crónica que escribió un compañero activista esos primeros días de miedo, angustia, desesperación, agradecimiento y amor.
Crónica del accidente:
Hay historias que no merecen ser contadas. Las siguientes dieciséis, deben de ser conocidas en todos los rincones.
Lunes, 6 de abril, aproximadamente las 16:30h. Nacional 232, Cenicero, La Rioja.
Un camión con 800 cochinillos, va camino a la granja de engorde. Encara la curva, presuntamente muy rápido, pierde el control. Los cerdos basculan hacia la derecha y comienza el infierno. El camión revienta el quitamiedos, vuelca y acaba chocando contra el tejado del frontón del pueblo.
Hierro, plástico, sangre y vísceras se retuercen entre chillidos de dolor y agonía.
El conductor, atrapado, consciente, avisa a su empresa. Es rescatado por los bomberos que se fueron tras excarcelarle. Pero la cárcel porcina se convirtió en tumba, para la mayoría de los viajeros.
El conductor, atrapado, consciente, avisa a su empresa. Es rescatado por los bomberos que se fueron tras excarcelarle. Pero la cárcel porcina se convirtió en tumba, para la mayoría de los viajeros.
Una vecina se acerca al lugar al oír los gritos. Hace una llamada a una activista. Ésta, da aviso a Vox Ánima. Rápidamente, la asociación hace un llamamiento a activistas de La Rioja. La respuesta, lógicamente, no se hace esperar, “vamos para allá”.
Particulares y miembros de Animales Rioja, acuden lo más rápido que pueden según se enteran de la noticia. Lo primero que encuentran es el “Auschwitz” porcino.
Cientos de animales perecen aplastados entre sí, algunos, los más afortunados, han muerto en el acto tras el choque. Otros, agonizan sucumbidos por el peso de los cadáveres que tienen encima.
Unos pocos, ilesos, cruzan la carretera o bajando las fincas colindantes. El lugar se llena de vecinos que, lejos de ayudar, comienzan su particular pillaje de carne fresca y gratis, llevándose cuántos gorrinos pueden, mientras ignoran las vidas que se escapan a través de los chillidos del sufrimiento.
Al mismo tiempo, los/las activistas, intentan, en vano, que les dejen ayudar a los animales. Son privados de acercarse a los supervivientes y son expulsados, por los dueños de las tierras, de las mismas, llegando, incluso, a tener un cochino los brazos que les fue arrancado por estos vecinos del pueblo, sólo porque estaban dentro de sus campos y, a su dictadura, eran suyos. Como el oxígeno que circula… Como el agua de la lluvia cuando cae en sus dominios…
Entretanto, la guardia civil, hace la vista gorda ante el secuestro de animales por parte del pueblo. Se llama al cuartel de la benemérita para exigir que cumplan con su cometido de ayudar a los animales y no participar en la dejadez de dejarles morir. La respuesta es amable y rápida, “ahora mismo diremos a la patrulla que os deje ayudar”.
En Cenicero, los activistas van encontrando cerditos y les van escondiendo para poder salvarles la vida. Otra vecina del pueblo tiene escondidos a unos pocos y ofrece a los activistas el poder salvarles.
La empresa ha mandado otro camión y trabajadores. Cargan aproximadamente cien animales de los que consideran actos para volver a la granja.
Es festivo en La Rioja. No hay servicio de veterinario por parte del gobierno regional y los animales llevan día cuatro horas agonizando. Tras una tortuosa espera, no tanto para los activistas como para los animales, aparece un veterinario que, dado que son animales “de carne”, para consumo, lejos de valorar el estado de los mismos, con un simple “este sí, éste no”, se convierte en juez y verdugo, y ejecuta, con su pistola de aire comprimido, sin darles ninguna oportunidad, a todo animal que no puede mantenerse en pie. Otros, tienen más suerte, pues el César, levanta su pulgar hacia arriba y el gladiador queda designado para la siguiente pelea. Éstos desafortunados continuarán hacia la granja de engorde. Quizás, les hubiera merecido más la pena haber muerto en esa carretera.
Finalmente, una vez que el remolque emprender el camino hacia “el último banquete”, el jefe de la empresa permite a los activistas llevarse aquellos cerdos que puedan salvar. Él, ya les cuenta como pérdidas económicas y como muertos. Los voluntarios empiezan a recoger algún cerdo que lanza sus últimos chillidos desesperados. Levantan cadáveres rebuscan entre los estómagos, las vejigas, los intestinos, los hígados, la sangre, la desolación, … No hay tiempo para las lágrimas pero no se puede evitar llorar. El alma se congela con la visión aunque la sangre hierve y hace que los músculos ardan sin tregua. No hay tiempo para el cansancio ni para la compasión.
El esfuerzo da sus frutos y las voces corren como la pólvora y echan humo, “ ¡Uno más!,… ¡Y otro, …!” así hasta dieciséis.
Casi tan exhaustos como los gorrinos, los activistas terminan el rescate y proceden a llevar a los cerdos a un lugar seguro.
Comienzan las curas básicas, los primeros auxilios. Descubrimos a dos cerdos con las piernas rotas, y temimos que uno pudiese estar paralítico, otros tres cojeando y un sinfín de arañazos, magulladuras, moratones, cortes, golpes,…
Con los conocimientos veterinarios de un par de activistas se procedió a medicar a los que lo necesitaban con antibiótico, antiinflamatorio o lo que necesitasen. Se desinfectaron y limpiaron las heridas. Se les dio de comer, se les dio de beber y, sobre todo, se les dejó descansar. Algunos continuaban en estado de shock y otros ya estaban animados al sentirse a salvo (muestra de ello era como nos comían los cordones de los zapatos, nos mordían las zapatillas, o se volvían locos buscando la comida).
Al día siguiente, comienza la labor de reubicación. Se empieza a hablar con los santuarios, se piden las primeras ayudas para encontrar un hogar, para pagar los gastos veterinarios, …
Desesperadamente se busca un veterinario capaz de atender a los cerdos pues, básicamente, las clínicas son para animales domésticos y, los veterinarios que entienden de ganado, son aquellos que trabajan con las ganaderías y no van a atender a los animales o cuando lo más fácil, para ellos, es sacrificarles.
Mientras, se les sigue atendiendo, medicando, cuidando, mirando,… Los dos en peores condiciones, que finalmente resultaron ser las dos, junto con un tercero, fueron separados a una casa de acogida para que sus lesiones no fueran a peor. El resto, ya estaba feliz, ya quería jugar, ya hacía la vida del cerdo: comer y dormir.
Ya el miércoles, conseguimos que nos atendiesen en la clínica Iregua, de Lardero, para hacerles radiografías y saber el alcance de la lesión. Qué alegría cuando vimos que su columna estaba intacta. “Sólo tenía fractura de fémur y la cadera partida en tres”. La otra chica tenía una fractura de tibia y el tercero, no presentaba lesiones a nivel óseo, simplemente una cojera por el traumatismo. Como era de esperar no les podían operar allí. Las dos con fractura volvieron a la casa de acogida y el que no tenía nada volvió con el resto de la piara.
Trasladamos a todos a las cuadras de una compañera donde están disfrutando de caricias, baja fresca, agua, comida, atenciones, un lugar cálido y seco y donde están a la espera de un hogar en el que seguir con su vida sin preocupaciones y sin un final caprichoso, especista e inhumano.
Por fin conseguimos un veterinario capaz de operar. El viernes por la mañana nuestras dos bebés pasaban por el quirófano. Sin ninguna complicación se les colocaron tornillos e hierros y a la noche fueron a recuperarse con sus mamis de acogida. En unos días volverán al veterinario para la revisión.
Todos los días voluntarios les visitan para las labores de limpieza y de manutención. Todos los días nos regalan risas, juegos y algún que otro mordisco. Ahora, toca regalarles a ellos una charca donde revolcarse y un prado por el que corretear.
Doce ya tienen hogar y mañana empezamos a trasladarles. PERO AÚN NOS QUEDAN 4 ESPERANDO SU OPORTUNIDAD.
Tenemos que hacer frente a los gastos veterinarios, gastos que ha cubierto el Santuario Gaia y que hay que reponérselos para que puedan seguir ayudando a más animales.
También tenemos los gastos de transporte a sus nuevos hogares en Cataluña, Galicia, Extremadura, Comunidad Valenciana y Madrid.
Así como la comida, algún gasto veterinario más, del resto, la paja y demás.
Las operaciones han costado 1300€
Los viajes, costarán, aproximadamente, de media, unos 160€ cada uno. Y son cuatro, de momento (640€).
La comida, el material de limpieza, … de momento no tenemos una cuantía exacta.
Diverso material de enfermería está saliendo gratis, pero las medicinas hay que comprarlas (en el evento de ayuda se irá poniendo las cantidades).
La paja, por ahora, está saliendo gratis, aunque habrá que comprar en cuanto no nos den más.
Se ha abierto una cuenta, específicamente para ellos. Santuario Gaia, Animales Rioja, Vox Ánima y Animanaturalis respaldan que esa cuenta es real y que las donaciones serán íntegras para la ayuda que necesitan los cerditos.
Del mismo modo, cubiertos los gastos, se dará de baja la cuenta para no recibir más donaciones.
También tenemos la cuenta del propio Santuario Gaia, para que podáis ayudarles, directamente, con el coste de las operaciones.
En resumen, podéis colaborar con Gaia, aportando en su cuenta para cubrir esos 1300 euros y/o con la cuenta de los cerditos para ayudar en su transporte y manutención hasta que el último sea adoptado.
GRACIAS A TODAS LAS PERSONAS QUE PARTICIPARON EN EL RESCATE, A LAS QUE LES AYUDAN DÍA TRAS DÍA, A LAS QUE LES BUSCÁIS HOGAR, A LAS QUE DONÁIS Y A LAS QUE APORTAN SU BRIZNA DE PAJA. Y A LA CLÍNICA IREGUA, EN LARDERO, LA PRIMERA EN ATENDERNOS, POR SU TRATO EXQUISITO.
ALGÚN DÍA, TODAS LAS JAULAS ESTARÁN VACÍAS. STOP ESPECISMO.